viernes, 29 de abril de 2011

días extraños

Despiertas por la mañana y te espera ahí, apenas abres los ojos, esa extraña sensación en medio del pecho. En tu cabeza haces toda la complicada aritmética que implica buscar un pretexto, algo más o menos coherente, para quedarte tumbado y no hacer nada, tan solo dejar que el tiempo pase por pura inercia. A veces lo consigues, te das media vuelta y sigues mal durmiendo otro rato, pero eventualmente debes levantarte. A menos que encuentres alguna nueva excusa: una buena mala peli por internet, una serie de estas que no te deje pensar (cualquier cosa menos pensar). Pones música, limpias el baño, la cocina, barres, limpias el suelo, arreglas el salón, arreglas la habitación, lo que sea menos pensar. Sales a correr (eso siempre ayuda) y sudas un buen rato mientras corres intentando huir de ti mismo. Pero eso también acaba, y nunca ganas la carrera. De vuelta a casa, sabes que no has hecho nada en todo el día y vuelve la sensación, una ansiedad extraña que no sabes ubicar. Intentas leer algo pero nada, no puedes concentrarte. Intentas volver a tumbarte y dormir, pero bien sabes que este es un día de vigilia. Piensas entonces en un cigarro, en una cerveza, en algo que calme el vacío del pecho, cualquier cosa que te llene por dentro... Y en entonces ocurre... Comienza como un pequeño cosquilleo, luego una pequeña oleada, lenta, sin prisa, y de repente te sientes lleno de nuevo, con una espontanea tranquilidad que llega de no sabes donde, como llegó la ansiedad, como llegó el vacío. Días extraños estos que llegan sin previo aviso, que pasan con su estela de tristeza pero que pasan al fin y al cabo, como siempre imparables pasan los días.

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